domingo, 21 de diciembre de 2008

Tomamos unos mates?

TOMAMOS UNOS MATES?....de Lalo Mir en el programa 'Lalo Bla Bla' Radio Mitre

El mate no es una bebida... Bueno, sí... Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.

El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo...
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda ¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas.
En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los
hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate
sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los
buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo
das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo
enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.
Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy
caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito
de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, '¿te tomás unos mates?'. La
gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'..El otro
responde: Como tomes vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es
lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre.
Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera
de nuestras pestes y maldiciones eternas.
Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser
un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de
pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El
día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya
nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día
cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo.
Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay
revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de
valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es
buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás
mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la
yerba!'.

Es el compañerismo hecho momento. Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente: '¿está caliente, no?'
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores
pretensiones que compartir.

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