domingo, 5 de abril de 2009

Cuando un amigo se va...

Israel (Sorel) Avram z"l (11/04/08)
" Cuando un amigo se va
se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha vencido."
Alberto Cortés

Muchas veces recordamos canciones o poemas, porque son agradables, estan bien escritos, pero sentimos como si le hubiera ocurrido a otro, que no nos toca, ahora me courrió a mi, me ha tocado de cerca, muy de cerca.
El viernes anterior (4 de abril) me quede trabajando hasta tarde, por la tarde y ya cerca de la entrada del shabat, mi esposa me recordó que a pesar de haberlo prometido, no fui a visitar a Sorel, que no andaba bien de salud. Como buen argentino, le dije mañana, por suerte ella insistió y fuí.
A pesar de estar mal, muy mal, me recibió con una sonrisa, como siempre.Habia entre nosotros una relación muy especial, que no se arma con muchas palabras, ni con mucho tiempo, no teníamos mucho tiempo de conocernos, pero la relación existía, era comprensión,cariño y entender el uno al otro.
Los momentos que compartimos me enriquecieron, pues a pesar de sus dolencias, era un hombre cálido, vivaz y amistoso.
Siempre a flor de labios una bendición, una palabra amistosa y cargada de cariño, un cariño que también supo repartir entre los suyos, su esposa, sus hijos. Amaba a su familia, a Israel, al judaísmo y a sus amigos.
Había cumplido 61 años en diciembre.
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Abraham “Sorel” Avram, llegó de Venezuela directamente a Kfar-Sava en el marco del programa de alia directa.
Inmediatamente el Intendente Ben-Hamu, nos pidió a nosotros acompañarlos en sus primeros pasos, cosa que hicimos con mucho gusto.
Llegó con su familia, Dorita, su esposa, Janeth y Roberto sus hijos.
Rápidamente encontró en Kfar Saba su lugar, encontró su Beit Hakneset y sus amigos. Nosotros los acompañamos en todo lo que estuvo a nuestro alcance.
Participaron en varias oportunidades en las actividades de Olim Betnua, e hicimos juntos varios paseos por el país.
Lamentablemente le descubrieron un cancer que no pudo ser curado y es así que fuimos testigos de sus sufrimientos y su abnegación.
Lo acompañamos en sus últimos días y lamentamos su partida.

Miguel

Pesaj de mi niñez

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Peisaj de mi niñez (por Rudy)

• Cuando yo era chico pensaba que Peisaj y Pesaj eran dos fiestas diferentes que coincidían en el tiempo: mientras en el shule se festejaba Pesaj, en mi casa se festejaba Peisaj
• Si en el colegio del Estado yo llegaba a decir “culo”, la maestra se enojaba mucho. Pero en el seider todos decíamos “culó*”, o “culanu*” y no pasaba nada.
* Son dos palabras que forman parte de las cuatro preguntas tradicionales de Peisaj
• Un tío que vino de Estados Unidos hablaba de los “matze balls”. Yo pensé que se refería a un deporte, que pronunciaba mal “baseball” o “básketball”. Años después supe que se refería a los knéidelej.
• Cuando yo veía cómo cocinaba mi bobe para Peisaj, me preguntaba si lo hacía así para recordar cómo trabajaban los judíos cuando eran esclavos en Egipto.
• El tío “Minegocio” (en realidad ‘Mainelocal’), a veces llegaba tarde al seider, porque “ justo cayeron clientes a último momento a “maine local”; Y el tío Efsher (‘Talvez’) le decía “ si fuera por vos, todavía estaríamos en Egipto, y Moishe Rabeinu te estaría pidiendo que te apures con el último cliente”.
• Al tío Ieisef le decíamos Eliahu Hanovi, porque cuando nadie lo veía se bajaba unas cuantas copitas.
• La bobe, a cada uno que servía algo, le preguntaba “¿Te gustó, te gustó?”. Con mis primos nos imaginábamos que ésa era una tradición de Peisaj, y que Moisés, cada vez que los judíos comían maná, les preguntaba “¿Les gustó, les gustó?. Creíamos que “ las cuatro preguntas las hacía ella, y eran “¿Les gustó el jolodetz? ¿Les gustó el guefilte fish? ¿ Les gustó la sopa con kneidelej? Y ¿Les gustó el leikaj?”
• La que era una adelantada a su tiempo era la tía Rójele. Un año a cada seider trajo un novio distinto. El tío Shmulik comentó que, de haber diez seiders, Rójele habría hubiera tenido un minian para ella sola.
• Cincuenta y tres años de casados llevaron la bobe y el zeide. Nunca hubo entre ellos un sí ni un no. Siempre un signo de pregunta que iba y volvía -¿Dónde está el matze mail? -¿Y por qué tengo que saberlo yo? -¿Y quien querés que lo sepa, Moishe Rabeinu? -¿ Yo quién querés que lo sepa, no sos vos la que quiere saberlo? -¿Y si en lugar de criticarme vas y compras otra bolsita? -¿A esta hora? -¿Nu, a qué hora iba a ser? -¿no me lo podías haber pedido antes? -¿Y cómo querés que te lo pida antes, si se me perdió ahora?. Y así.
• En el seider habían muchísimos tíos Había tíos míos, tíos de mis padres, tíos “de la familia en general, aunque no se sabía de quien en particular”. Una vez que alguien entraba en el catálogo familiar bajo la categoría “tío”, no se la sacaba nunca más.
• Uno de los momentos más esperados y tradicionales del seider era el de las apuestas respecto de cual de los tíos: Shmulik, Gregorio o Yankl, sería el primero en mancharse la camisa con jrein. Cuando uno de los tres se manchaba, las mujeres de los otros dos, con orgullo, tomaban las servilletas y se las anudaban a sus maridos a los cuellos. Nosotros creíamos que era otra manera de recordar la esclavitud en Egipto.
• Todos sabíamos que la importancia de estas fiestas reside en transmitir. Sin embargo, era imposible que la bobe “transmitiera” la receta : lo máximo que llegaba a confesar era: “le puse un poquito de esto, un poquito de aquello, lo que tenía”.
• La bobe nos servía leikaj a todos, y después le preguntaba a cada uno: “¿te corto otro pedacito?”. A los chicos varones esa pregunta no nos gustaba nada.
• Con mis primos una vez le tiramos una rana en el escote a la tía “nomequejo”, y todos se enojaron mucho, a pesar de que dijimos que estábamos intentando recordar las diez plagas de Egipto.

A GUIT IONTEF PARA TODOS!!!